LA BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL Y SU EXPERIENCIA DE BIBLIOTERAPIA EN EL AÑO 1934
María Cristina Gállego Rubio. Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.
cgallego@ucm.es
Los perros de lectura realizan una auténtica labor de “biblioterapia”, pero, ¿sabíais que ya en el año 1934, desde la Universidad Central, hoy Complutense de Madrid, se llevó a cabo una experiencia de biblioterapia?
Fue una actividad promovida por la Asociación de Bibliotecarios y Bibliógrafos de España, en cuya creación tuvieron mucho que ver los bibliotecarios de la Universidad Central, especialmente su director, Javier Lasso de la Vega, pero sobre todo, la bibliotecaria Juana Capdevielle San Martín, jefa de la biblioteca de la facultad de Filosofía y Letras y tesorera de la Asociación.
La propuesta de este servicio de biblioterapia se realizó a finales de 1933, al decano de la facultad de Medicina, José Sánchez Covisa y al rector de la universidad, León Cardenal, los cuales prestaron una entusiasta acogida a la misma que, finalmente, se puso en práctica el 22 de marzo de 1934.
La propuesta respondía a varias razones:
- a) Distraer a los enfermos,
- b) Fomentar la lectura pública,
- c) Situar a España dentro del grupo de naciones que habían iniciado con éxito la instalación de bibliotecas de hospitales.
- d) Cumplir con el concepto bibliotecario de servir libros a quienes los piden y no de atesorarlos.
Para poner en práctica esta experiencia era importante seleccionar al personal, pues éste debía reunir unas características especiales, tales como sensibilidad, intuición, personalidad, espíritu comprensivo, tacto, juicio, etc. junto a una formación técnica profesional y aprendizaje en la práctica. Se pensó que la persona que reunía estas características era Juana Capdevielle, bibliotecaria de la facultad de Filosofía y Letras que, voluntariamente, aceptó la misión.
Para su desarrollo se eligió, por ser universitario, al Hospital Clínico, siendo Juana la encargada de realizar personalmente las visitas al hospital y de adiestrar a las estudiantes de la facultad de Medicina, todas ellas mujeres, que voluntaria y gratuitamente colaboraron en esta empresa.
Una vez seleccionado el personal había que constituir un fondo adecuado. El proyecto de catálogo lo presentó Juana Capdevielle a base de las existencias que había en la biblioteca universitaria. La pequeña biblioteca formada respondía a las características que el Comité General de Service Social a l’hôpital de Francia señalaba para este tipo de servicios y que en síntesis estribaba en rechazar «toda obra pornográfica, tendenciosa, sin valor, excitante o deprimente y selección esmerada de las sanas, reconfortantes, optimistas e instructivas».
De este catálogo inicial en el archivo de la Biblioteca Complutense hay una copia que se hizo en el año 1939. Por la misma se puede ver que constaba de 5 grandes áreas:
- Literatura española; poesía; teatro; novelas; ensayos (comprendía autores como los Álvarez Quintero, Benavente, Galdós, etc.).
- Literatura extranjera (Dickens, Julio Verne, Daniel Defoe, etc.).
- Viajes, aventuras, geografía (Amundsen, Stevenson, Salgari, etc.).
- Historia, biografía (colección de grandes exploradores españoles, colección páginas brillantes de la historia, grandes hechos de los grandes hombres, etc.).
- Divulgación, enseñanza.
Efectuada la selección se hizo la tirada del catálogo en multicopista, con destino a ser distribuida en las salas del hospital. También se hicieron unas tarjetas postales que por una cara, junto al lugar reservado para poner las señas del destinatario, figuraba la ilustración de una bibliotecaria leyendo un libro a una niña enferma y al pie de la foto rezaba la siguiente leyenda: «Ayudad con vuestros donativos en metálico o en libros al sostenimiento de la BIBLIOTECA DE HOSPITAL».
Además de esta tarjeta postal, se proyectó toda una campaña de propaganda del servicio para reclutar donativos de libros. De hecho escritores como Carlos Arniches o Juan Ignacio Luca de Tena donaron obras suyas para el servicio del Hospital Clínico. También, se hicieron unas cajas buzones como en algunos hospitales de EE.UU. destinadas a recibir las obras de los donantes anónimos. Dichas cajas se instalaban en diferentes lugares y en la propia Universidad. Se hicieron carteles demandando donativos y se establecieron unas reglas del servicio.
Para prestar el servicio en las debidas condiciones de higiene se imprimieron unos chalecos en papel de ínfima calidad con los cuales se forraban los libros al entregarlos a los enfermos y se tiraban cuando se devolvían a la biblioteca. Los chalecos llevaban impresas las reglas del servicio y unas frases y pensamientos de autores célebres sobre la utilidad del libro para sanos y enfermos.
El servicio se prestaba en forma de biblioteca circulante y a tenor de las reglas establecidas en la biblioteca universitaria de Madrid.
El Seminario de Biblioteconomía de la Universidad, que se reunía en el pabellón Valdecilla de la Universidad, recibía mensualmente las estadísticas del servicio y las impresiones y experiencias recogidas en la visita a los enfermos. La sala de Pediatría tenía una significación especial, pues la labor de atracción al niño hacia la lectura se realizaba en esta Sala mediante la narración semanal de cuentos a los pequeños enfermos.
Se obtuvieron tan buenos resultados que el director de la biblioteca, con fecha 2 de mayo de 1934, se dirigió al presidente de la Cruz Roja Española proponiéndole la instalación de un servicio circulante similar al del Hospital Clínico para los enfermos del Hospital de San José y Santa Adela, solicitando solamente personal apto y voluntario para desempeñar este servicio, al cual se le darían unos cursos o conferencias para su formación técnica, en el Seminario de Biblioteconomía de la Universidad de Madrid. También se solicitó la prestación de un servicio de transporte para llevar los libros desde el depósito central al hospital y autorización para poder colocar en la Cruz Roja y lugares de su dependencia carteles de propaganda para reclutar donativos de libros y cajas buzones.
El presidente de la Cruz Roja aceptó y se inauguró el servicio en el Hospital de San José y Santa Adela. La prensa del momento se hizo eco de este hecho, así el periódico El Debate de 27 de mayo de 1934 dedicó un extenso artículo bajo el epígrafe “Los enfermos tienen una ayuda para llevar su cruz: ha nacido la «Biblioterapia».
Se dio una charla sobre «Las Bibliotecas de Hospitales» en Unión Radio de Madrid, el 8 de enero de 1935, en la sección de las 19:30 h., dedicada a temas de divulgación y se publicó el artículo «Las bibliotecas de hospitales: su origen, objeto y desarrollo» realizado por Carmen Montojo en el número 1 del Boletín de Bibliotecas y Bibliografía.
Además el Comité Internacional de Bibliotecas que se reunió en Madrid durante los días 28 y 29 de mayo de 1934, entre otros temas uno a los que más interés prestó fue el de las bibliotecas de hospitales en España. A tal propósito se envió un cuestionario a los diferentes directores de hospitales, sanatorios, etc., con el fin de recabar el mayor número de datos sobre este tipo de servicios en España. Más tarde, en 1935 en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, que tuvo lugar en Madrid, Juana Capdevielle presentó una comunicación que llevaba por título «El fin que persiguen las bibliotecas de hospital, ¿debe ser distraer o instruir a los enfermos?» en la cual daba a conocer la experiencia de biblioterapia en la que había participado.
Desgraciadamente, con la Guerra Civil terminó esta experiencia, aunque se desarrollaron otras como la de las bibliotecas para soldados que, igualmente, fueron actividades de biblioterapia.
NOTA: El material gráfico utilizado en este artículo pertenece al Archivo de la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid (Universidad Central, Biblioteca 1917-1935, caja 1.Asociación de Bibliotecarios y Bibliógrafos de España, 1934-1935).